La evolución de la demanda editorial

Maria Rivas
4 min readAug 19, 2020

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Desde el nacimiento del texto escrito, ha habido una instancia que comunica y media entre el texto, en tanto que producto, y el público al que está destinado. Si bien el campo editorial como industria nació hasta mucho tiempo después, la función básica del oficio fue siempre necesaria. En la edad media la realizaban los copistas, y cuando nació la imprenta fueron los dueños de aquellos establecimientos los que tomaron la antorcha de la decisión de qué se produce y qué no. A partir de ese momento, en el que ya había una “producción” como tal, se empezó a hacer cada vez más clara la interdependencia entre el impresor (más tarde el editor) y el mercado al que se destina el producto, es decir, el libro. Como bien expone el texto de Febvre, “El libro como fermento”, en las primeras etapas de la imprenta la demanda — y por ende, la producción — era casi totalmente de libros religiosos: biblias ante todo, pero también misales y breviarios. Conforme la sociedad se fue adaptando a un panorama en el que era cada vez más fácil tener acceso a libros, la demanda se fue transformando. El texto se convirtió en una herramienta pedagógica y eso creó un mercado nuevo, enfocado a tratados y textos didácticos (de gramática, de ciencias, etc.). Más tarde se empezó a leer a los clásicos antiguos, y con ello surgió una nueva demanda.

Paralelamente, el mundo tecnológico también estaba avanzando y, como consecuencia de esto, los viajes de exploración empezaron a ser cada vez más frecuentes. Con ellos nace un nuevo género literario que sería un punto de quiebre en la historia de la lectura: el género de viaje. El libro de viaje nació originalmente con una función de manual, es decir, que alguien que había hecho un viaje escribía sobre ello para orientar a otros que posiblemente hicieran ese viaje. Sin embargo, desde cierto punto, este género fue el origen de la actividad de la lectura por placer, por entretenimiento. Según el teórico norteamericano Percy G. Adams, fue este el género que eventualmente dio origen a la novela moderna. Esto responde a dos cosas que son, a su vez, correspondientes entre sí: la evolución de la estructura narrativa de este género y el contexto de lectura en el que se fue posicionando. A medida que el libro de viajes se fue volviendo menos descriptivo y más narrativo, se fue acercando poco a poco a lo que hoy concebimos como novela (moderna).

De esa manera, el género de viajes tiene una importancia clave para el mundo editorial, ya que, como propone Adams, sería el germen del género que haría a la industria explotar y convertirse en lo que es hoy. No es ningún secreto ni sorpresa que el género más editado — y, evidentemente, el más vendido — sea la novela. Claro que hay otros géneros, como los libros de textos para estudiantes, que también han crecido con el tiempo, pues tienen un mercado bastante asegurado que crece a medida que crece la población. Sin embargo, no es que esto se considere un éxito editorial ni mercadotécnico: podemos imaginar la asistencia que tendría la presentación de un libro de texto en comparación a la presentación de una novela, sobre todo si es de un autor famoso.

Creo que sería un error decir que el libro “se ha convertido en un producto de mercado”, pues podemos ver que siempre ha sido así (aunque siempre ha habido espacio también para géneros que no se venden tanto). Pensando en el libro en su calidad de producto comercial, y especulando sobre los géneros que tienen más ventas hoy en día, tengo dos teorías. La primera es que el género más vendido es la novela; esto no es un gran descubrimiento ni una teoría innovadora, es simplemente una realidad evidente. Se vende sobre todo un tipo de novela que es fácilmente digerible, que sirve para entretener sin tener que pensar demasiado, y que es sencillamente traducible tanto a otras lenguas como a otros medios (como el cine). Mi segunda teoría es quizá un poco más underground. Siempre he tenido la sensación de que hay un tipo específico de libro que se vende muchísimo pero que se lee poquísimo. Porque la novela se consume, no solo se vende. En cambio, este otro tipo es, por ejemplo, clásicos de la literatura de los que todo el mundo conoce los títulos y un par de datos básicos, pero que pocos en realidad se ponen a leer. Por ejemplo, el Quijote, o algún tomo de obras de Shakespeare o de Platón. Los españoles son un poco inocentes cuando dicen que Don Quijote de la Mancha es el libro más leído por la población hispanohablante. El más vendido, seguro que sí, pero ¿el más leído? ¿De verdad? Fuera de estudiantes y estudiosos dedicados a ello, hay muy poca gente que realmente se toma el tiempo de sentarse a leer el Quijote. Su éxito editorial recae en lo bien que luce el tomo inmenso de la edición crítica-comentada-estudiada-revisada-ilustrada en la repisa de la sala.

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